Me hago el nudo, respiro, chequeo con mi compañerx que todo esté en su lugar (respecto al equipo, para no perder la vida digamos), y comienzo a moverme verticalmente. Lo más mágico es ir respirando y ver como el movimiento fluye, como mis manos y pies se sincronizan para sostener mi cuerpo, para confiar y pararme donde creí que no podía. La mano sobre la roca se siente fría, dura, pero ya con el primer contacto dejo de pensar y empiezo a sentir. La escalada es una meditación en movimiento. La escalada es libertad, es superación, es lograr lo que pensabas que no podías. Es pasarlo bien, y a veces mal, pero si logras llegar al final, la satisfacción es única, es incluso una experiencia orgásmica. Hay pasos -dependiendo de la graduación y dificultad de la ruta- que cuestan muchísimo, que te pueden tener mucho rato pegada intentando seguir subiendo. A veces puede que el paso te gane, y que intentes una y otra vez subir la misma ruta sin éxito. El aprendizaje ahí es desarrollar la tolerancia a la frustración. Sentir como se tensan tus músculos paso a paso, atreverte a dar un salto, un grito, y lograr sostenerte. Poner el pie en una piedrecita minúscula y casi no creer que ahí, colgando, puedes hasta descansar. Cuando logras pararte ya tienes la mitad del esfuerzo y del gasto energético cubierto. Si la roca está un poco desplomada, generalmente es cuando debo enfrentarme a mis miedos, sin lograr ver el final del camino, pero confiando en que se puede seguir subiendo. En ese momento siento que soy yo sola contra la roca. Aunque es injusto pensarlo así, porque siempre hay alguien abajo sosteniendo tu vida, por lo cual la confianza se vuelve otro elemento increíblemente importante. Ya llegando al final de la ruta el dolor se siente hasta placentero. No hay apuro, hay que volverse un poco calculador incluso para no gastar energía de más. Gritarle a tu compañero que llegaste es un acto de júbilo para ambxs. Es haber puesto a prueba tu resistencia. Una vez en la reunión, que es el final de la ruta, mi compañerx grita que me va a bajar. Al ir bajando vas viendo nuevamente la ruta, encontrándote con el entorno, con el paisaje, contigo misma. Llegaste a un lugar inesperado, a un paisaje que nunca encontrarías de ninguna otra forma, ni mental ni físicamente.