Al día siguiente me levanté, tomé una micro (excesivamente limpia y eficiente) fui al Park Güell, arquitectónicamente diseñado por Gaudí para la nobleza, construido entre los años 1900 y 1914.
Como no tenía marihuana caminé con buena actitud, y esperanzadamente, hasta encontrarme con algo que andaba buscando sin buscarlo. Me dejé llevar por el olor y divisé rápidamente a dos cabres jóvenes, de otro país (desconocía su acento) que estaban fumándose un caño sentados en el mejor mirador de la ciudad. En Europa no es mal vista la pecha, por lo que rápidamente les pregunté si me daban una calada. Generalmente la gente se acerca a pedir tabaco y hablar de cualquier cosa. Mis desconocidos asintieron con una sonrisa. No esperaba menos. Fue una gran experiencia, recorrer sola las colinas y edificaciones del parque, sentía la brisa en mi cara, logré apreciar el verde de los árboles, y una felicidad impecable. Luego bajé a la ciudad para seguir recorriendo a pie. Caminé por el centro de Barcelona completo, y hasta llegué a la playa por error. Me senté en un banco a observar el mar. Pensaba qué suerte equivocarse así, caminando sin rumbo, sin claridades.
Luego me reuní una vez más con Felix para ir a fumar al prometido Mono Loco. Quedamos de ir a fumar allá, y luego encontrarnos con Vassilly, el italiano que producía la música de Fedele. Para entrar a cualquier asociación tienes que ir con alguien que ya sea socio previamente. Me hice socia, me pidieron mis datos y entramos al club, era un ambiente relajado decorado con ornamentaciones hindúes. Sonaba “Roadhouse Blues” de The Doors. Buen tema para comenzar. Ya estaba flotando entre el olor y la música. Me acerqué a la recepción del club para pedir lo que íbamos a consumir. Había una larga lista de cepas, pedí para que me mostraran varios tipos de marihuana. En todos los clubes puedes oler las cepas que tienen para ofrecer. Elegimos Moby Dick, que era una de las más baratas (9 euros el gramo). Pedimos medio gramo de eso y medio gramo de Gorilla X Wedding Cake. Luego me acerqué a pedir el bong. Nos pegamos un bongazo que apenas pude terminar, e inmediatamente fumamos la segunda ronda. Era bastante sativa, y no me demoré mucho en estallar en risas. No tardamos en salir del club porque el italiano, Vassilly (amigo de Felix) nos estaba esperando abajo para ir al estudio a seguir grabando. Esa noche con Felix volvimos al estudio, para fumar y escuchar la música electrónica de Fedele, el dj, nuevamente. Estaba trabajando en el primer álbum como solista de un integrante de una reconocida agrupación de música electrónica “Agents of time”. Solo fumamos y bebimos un par de cervezas, por lo que recuerdo con lucidez cómo sentía los cambios de efectos que nuestro amigo Fedele iba implementando a su música. Fue una muy buena experiencia. Opinamos nuevamente sobre su música. Es impresionante cómo la marihuana puede activar todos los sentidos, y mejorar el proceso creativo de cualquiera. Si bien Fedele no fumó, nosotros aportábamos con nuestro oído y nuestras críticas. Así concluyó mi segunda noche de estudio, con sonidos que me hacían tener muchas ganas de relacionarme con alguna pista de baile.
Al día siguiente me levanté para enfrentarme a mi último y gran día en Barcelona, que consistió en caminatas, compras, además, cómo no, ver al último amigo que tenía pendiente para mi estrecha visita. Pato, que vive hace dos años allá, trabaja con las asociaciones de amigos cannábicas, y tiene su propia marca de extracciones (hachís), que se llamaba Shamanka Extracts, por si alguna vez tienen la suerte de probarla. Muy buen hachís. Creo que fue lo que más disfruté de las veces que fumé en Europa. El hachís es más suave, pero es ideal para conversar y caminar, te permite pensar, a diferencia de la marihuana que fumé los otros días. Almorzamos en una picada vegana (Barcelona está repleto de opciones veganas), hablamos de la vida y caminamos, así pasé otro día caminando, otro día de suelas enfermamente gastadas, otro día de ser una nómade feliz. Pato me llevó a un club nuevo, que se llamaba Selva. Me hice socia y entramos. Selva era muy distinto a Mono Loco. Era un ambiente más serio, donde se notaba que la gente iba más en la onda de un “coffee shop”, me imagino que como los de Ámsterdam. Varias personas estaban trabajando en sus computadores, otros conversaban en tonos de voz apenas audibles. Pedimos un café y una medialuna, y probamos distintos tipos de extracciones. Ahí Pato aprovechó de contarme sobre su trabajo con las asociaciones, que parece que funcionan bastante bien y son una buena fuente de trabajo para la juventud en Barcelona. Consideré que cuando me vaya a vivir a la ciudad catalana podría trabajar en eso. Me gustaría aprender más del rubro. Además, los horarios son flexibles y es un trabajo tranquilo. Pienso en el por qué las autoridades no permitirían que se generen estas instancias en Chile. Primero, porque les carga que nos reunamos básicamente, cuando nos juntamos somos un peligro para el Estado. Segundo, probablemente porque son en realidad las farmacéuticas quienes se encargan de que eso no suceda. No es conveniente reemplazar los compuestos químicos con algo que crece en la tierra. Dejarían de vender una parte importante de sus remedios, y eso sí que no. A pesar de que haya un reemplazante mejor, y más económico. A pesar de que se podría abrir así mismo, una fuente de ingreso importante para los chilenos. Tanto en el cultivo como en la mercantilización de la marihuana. Igual es importante mencionar que en Barcelona no es que la marihuana sea legal, si no que hay un vacío legal que permite que las personas la consuman en espacios privados. El auto cultivo es legal, siempre que no se suministre a terceros, y siempre que toda la producción sea para los socios. Cada socio tiene el derecho de portar máximo 60-90 gramos al mes. Es importante recalcar que los españoles tratan, a toda costa, de evitar que se promulgue un turismo cannábico entre los extranjeros. Realmente, lo que buscan estas asociaciones de amigos es más que nada acabar con el narcotráfico, buscando soluciones que la prohibición parece nunca poder encontrar. Para ser socio debes ir invitado por algún miembro previo, acreditar que eres mayor de 18 años, y que ya eras consumidor previamente.
Respecto a portar marihuana en la vía pública, hay un mínimo establecido si es que la policía te atrapa, que es de 100 gramos. Pero si te ven fumando te pueden sancionar de todas formas, llegando a multas de hasta 600 euros. Como pueden intuir, es esta misma confusión respecto a la normativa en cuanto al cannabis la que permite que las asociaciones existan. Hoy existen mucho más de 200 asociaciones cannábicas en Barcelona. La pregunta es si es mejor legalizar o simplemente regularizar la marihuana. Porque si se metiera el Estado, argumentan los españoles, permitiría el ingreso de las grandes empresas a monopolizar el mercado cannábico. En cambio, mientras está regularizado, se permite a los clubes y a los pequeños cultivadores mantener el negocio. Y las asociaciones de amigos son justamente eso: espacios privados, de los cuales se puede lucrar a través de la membresía de sus socios como si fuese un club social cualquiera.
Tras visitar nuevos centros culturales, y la Universidad de Barcelona (visita que fue programada con mis esperanzas puestas en ser estudiante de algún máster allá el próximo año) junto a Pato, nos despedimos bien volados una vez que cayó la noche. Caminé mucho rato para llegar a la casa, medio flotando, pero despierta por la ciudad imparable.
Fui a encontrarme con Felix y sus roomies para pasar mi última noche en Barna. Lo obligué a prometerme que ese día saldríamos a bailar. Uno, porque se hacía una necesidad absoluta si te gusta la música electrónica conocer algún antro en la ciudad antes de dejarla, y dos, porque me había tenido dos noches sentada escuchando música que hacía que me saltara el corazón y me quisiera parar arriba de todas las mesas del estudio. Pato me había regalado unos Shamanka Extracts. Perfecto. Fumamos como condenados (aparte tenía que fumarme todo el hachís porque no podía subirlo al avión) y partimos caminando a Moog, una disco conocida de house y techno donde mi amigo Felix tocaba a veces. Fumamos la última vez y entramos. No paramos de bailar. La música, bastante dura, y las luces del lugar le daban un tono sombrío. No pudimos más del asombro después de encontrarnos 50 euros tirados en el piso, por lo que procedimos a comprar gin y whisky a destajo. En Moog puedes salir, por lo que también decidimos fumarnos el último pito. Bailé hasta que prendieron las luces. Luego tomamos un taxi y nos fuimos a la casa. Me quedé dormida con ropa en el sillón.
Al día siguiente casi pierdo el vuelo. Me levanté, urgidísima y con una caña descomunal, una hora y media antes que saliera el avión. No sé cómo, pero logré llegar de vuelta a Londres sana y salva, donde me recibió mi familia con mucho amor. En Londres fumé apenas una vez en un departamento en Deptford, un barrio universitario. Luego de eso no fumé más cannabis durante el viaje hasta que llegué a República Checa, lugar que no tenía idea que la marihuana era legal. Te la venden con la misma naturalidad que puedes comprar una bebida en un minimarket. Venden parafernalia, coyacs y brownies. Todo lo que se puedan imaginar contiene marihuana, y de una variedad de cepas distintas. La calidad y el precio están estrictamente relacionados. Ahí tuve que comprar la más barata, porque ya estaba con las lucas justas. Era buena de todas formas, muy sativa, pero los cogollos no se veían bonitos ni armaditos. Vale la pena mencionar que mi último día en Praga comí un brownie de OG Kush, en el que se leía “strong”. No nos defraudó. Lo comí antes de subir al avión de vuelta a Chile, lo que hizo muchísimo más amenas las casi 22 horas entre vuelos y escalas.
Creo que he expuesto, entre medio de los relatos y las experiencias, las necesidades como fumadores que tenemos en Chile. Obviamente, el primer paso es legalizar el cultivo. Segundo, algo que nos urge es la necesidad de asociarnos, de tener espacios seguros para consumir con libertad. Entre las muchas demandas de mayor peso que hoy están sobre la palestra en nuestro país, y los cambios estructurales que éstas conllevan, entre la lucha incansable que debemos llevar contra la injusticia, el querer tener la libertad de cultivar nuestra propia medicina no tiene por qué ser un “veremos” a futuro.
En Chile, además de estar cagados por un sistema de AFP, además de las constantes alzas del transporte público, además de ver con rabia el (pésimo) funcionamiento de la salud en Chile, además de ser mujeres aplastadas por un sistema patriarcal que insiste en callarnos (sin éxito, por suerte), además de no tener espacio para las disidencias, además de que las empresas pagan menos impuesto que las personas pobres, además de la privatización de la vida cotidiana, además del juego macabro que se hace con la dignidad de las personas, además de el sin fin de ademases que podríamos agregar, además de eso, si te pillan con pitos, como para sobrellevar un poco la cosa digamos, te vas en cana.
Lo único que puedo decir es que acá deberíamos comenzar ahora a formar asociaciones cannábicas, incluso antes de la legalización del autocultivo, como en España. Si algo nos deja el estallido social es la noción de que reunirnos y organizarnos es clave para lograr cualquier cometido. Lejos de ser una activista por la causa marihuana, soy mujer, ciudadana, y por qué no, fumadora. Y en todo ámbito voy a luchar por mis derechos y buscar la forma de torcerle el brazo a la ley torcida. Sobretodo porque también daría la posibilidad de encontrar mejores cepas, mejores cultivadores, mejores tratamientos, y mejores risas en Santiago.
One Reply to “Las “aso””
Un articulo estupendo. Me gustó mucho la información que das. Te agradezco el esfuerzo.
https://www.manipulador-de-alimentos.es/curso-carnet/leon/