Sobrevolando Barna
Tras un pipazo, me dispongo a escribir. Estoy en Praga, a un día de finalizar mi viaje, faltando cinco minutos para las ocho de la noche. He logrado encontrar esos momentos, pacíficos momentos de soledad, en los que he podido encontrarme conmigo misma -y por consecuencia- con la variedad de cepas que ofrece Europa. No había tenido un momento de sentarme a escribir para relatarles mi experiencia. Puede ser demasiado snob quizás. Pero siento que nada le va a quitar ese gustito como de niñx de ser la primera vez que uno visita el viejo continente. Quitándole ese cliché amargo de que en Europa son mejores culturalmente que nosotros (porque no lo son, nuestra cultura latinoamericana es más rica en sabor, flow, energía), de verdad es una experiencia única en varios aspectos. Sobretodo si una viene con propósitos. Cultura. Puede ser feminismo, puede ser arte, puede ser cannabis (hablando desde mis intereses obviamente). Pero cultura es ese gran concepto, al fin y al cabo. La diversidad de personas que convergen en las ciudades europeas es impresionante, lo que permite empaparse de muy diferentes culturas e identidades, en lugares que arquitectónica y visualmente son mágicos. Eso sí, creo que hay que venir con objetivos claros. El turisteo clásico puede ser interesante, pero sería mejor no dejarse engañar por esa listita de “must do”, y buscar un poco más allá. Espero que no se malentienda, creo que es muy importante conocer la historia milenaria de los lugares, y sus grandes exponentes. Pero hoy me gustaría detenerme ahondar un poco en la combinación de experiencias que tuve a partir de mi estadía en Barcelona, lugar donde entendí la importancia de contar con espacios seguros donde lxs fumetas podamos estar tranquilxs, haciendo lo nuestro.
Viajé de Santiago a Londres el 31 de enero. El lunes 3 de febrero tomé el avión desde Londres con dirección a Barcelona, y llegué aproximadamente a las 4 pm de la tarde a la ciudad catalana. Me iba a recibir mi amigo Felix, quien vive a pasos de la estación Arco de Triunfo. Iba con las expectativas bastante altas, porque siempre he tenido un interés enorme por esa ciudad. Me parecía poética de cierta manera. Debo adelantarles que no me decepcioné. Pero después vamos a hablar de eso. En fin, mi amigo me fue a buscar al metro y caminamos a su departamento.
Ahí comenzó la aventura, cuando esperaba que fuese mucho más tarde. Felix tenía una reunión, así que me dijo que dejara las cosas en el cuarto donde iba a dormir, para luego servirme un plato de comida (que agradecí muchísimo, porque venía con bajón) y después me pasó una bolsita con un cogollo que había comprado en la aso (asociación de amigos), que es el sobrenombre que le dan a los clubes cannábicos. Me prometió que iríamos uno de esos días a “Mono Loco”, el club en el que todos los integrantes de la casa eran socios, y que al parecer tenía un ambiente relajado y buena onda, y estaba bastante cerca del piso donde nos estábamos quedando.
Mi amigo se fue a su reunión. Mejor recibimiento imposible. Comí y procedí a armarme un europeo (tabaco con marihuana). Admito que quedé ciega. Era indica y sativa según lo que me dijeron. La cepa se llamaba Glue Trap. No la había probado nunca. Era una volada que se sentía demasiado fuerte en la parte de arriba del cuerpo. Un estado muy cerebral que comenzaba en la parte de atrás de mi cabeza. Luego me relajé y me quedé echada en el sillón un rato.
Estuve un rato ahí, conversando con los chicos del piso con el que vive mi amigo y guardando en mi mente cada lugar que según ellos era necesario visitar. Estaba bien ubicada. Tenía la cabeza bastante activa, y ganas de salir a caminar. Tenía amigos en Barcelona, y al parecer me comprometí con ir a ver a todos, aunque en consideración del tiempo me fue muchísimo más difícil estando allá. Como Felix tenía que trabajar, me puse en contacto con otro viejo amigo de Santiago, el Jano, para que me llevara a recorrer, debido a que no sabía bien cómo moverme. Nos reunimos debajo del mismísimo Arco de Triunfo, donde estaba lleno de artistas y músicos callejeros (un deleite para mis oídos durante mi primera tarde en Barcelona, aparte que los caños estaban sensoriales) y caminamos hacia la Plaza de la Ciudadela. Excelente lugar para un reencuentro, y así aprovechar de fumarse lo que me quedaba. Confieso que no pude terminar sola el que había comenzado a fumar en el piso de Felix, así que lo llevé con mi amigo para que lo termináramos. Con una calada ya estaba en las nubes nuevamente. Fue lo mejor para recorrer la ciudad entera a pie, mientras conversábamos de las maravillas que tenía la ciudad para ofrecerme. Caminamos, y recorrí prácticamente Barcelona entera. Flotando por el barrio gótico, todo me parecía admirable. Me detenía en cada detalle de las edificaciones, y en cada haz de luz que se proyectaba entre las construcciones. En cada intervención callejera, y en cada lienzo en señal de protesta que colgaban los catalanes, indignados por la cantidad de presos políticos que había en ese momento en España.
Allá también se están enfrentando a problemas sociales que han derivado en diversos movimientos y manifestaciones. Claramente el sistema está colapsando a nivel mundial. En Barcelona, el conflicto está latente por la demanda histórica de Cataluña por su independencia de España. Si bien no me tocaron manifestaciones durante mi corta estancia, al igual que en Chile, en Barcelona también había enfrentamientos en las calles recurrentemente, cortes de carreteras, y bloqueos de edificaciones.
Para entender brevemente el conflicto, hoy en España existen presos políticos, que son los reconocidos líderes independentistas catalanes. ¿Quiénes son estos líderes? Miembros del ex gobierno catalán, así como la ex presidenta del Congreso. Fueron sentenciados por el actual gobierno con entre 9 a 13 años de prisión. Esto desató una oleada de protestas masivas en contra de la decisión, que fue vista como injusta por una amplitud de manifestantes, alegando que se ha llevado a los tribunales una decisión que debió haber sido resuelta por decisiones políticas.
El tema movilización(es) da para darle muchas vueltas. Y es que, al parecer, el mundo entero está explotando. El 2019 fue un año cargado de estallidos. No sólo hubo manifestaciones masivas en Cataluña o Chile, si no que también en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Hong Kong, París, Londres y Corea del Sur. Si bien han ocurrido por diferentes motivos, todas han tenido un denominador común: la explosividad y el desborde de las autoridades. Las personas han salido a protestar ante la injusticia y la toma de decisiones (política y económica) que ha atentado ante la supuesta idea que había instaurada respecto a las democracias. Y no es en vano. Al parecer, como dijo Slavoj Zizek “Los manifestantes solo están recordando a los que están en el poder que miren hacia abajo”. Pareciera que el sistema capitalista y su estructura patriarcal no dan cabida a un mundo social participativo y equitativo. Podría escribir horas sobre esto, sobre un sistema sustentado en la desigualdad y la injusticia, que pareciera que al fin ha logrado repercutir tanto en la vida cotidiana de las personas que ya se les está escuchando gritar basta a los abusos. Hasta que la dignidad se haga costumbre.
Incluso, con la marihuana, quienes consumimos/cultivamos nos vemos estrictamente coartados por una idea de ilegalidad absurda, sustentada en el miedo impuesto por un hecho tan natural como el cultivo o consumo de una planta que tiene mayores beneficios que contras (a diferencia del alcohol u otras cosas que sí son legales y son meramente nocivas, decisiones que se toman a partir de ese “tremendo” criterio que tienen los de arriba) haciéndote arriesgar tu libertad por el riesgo de caer en prisión. Es absurdo, entre muchos otros motivos, por lo siguiente: en Chile, somos el tercer país de mayor consumo de cannabis en el mundo (15,1% de la población), y es considerada una droga dura ilegal dentro de la Ley 20 mil. Para lo único que sirve la ley, desde mi punto de vista, es para alimentar el narcotráfico y coartar la libertad de los individuos, junto con sus derechos civiles. Volveré sobre este tema un poco más adelante, para poder seguir haciéndolos parte de mi aventura por la ciudad.
Volviendo a mi recorrido peatonal por las calles de Barcelona; debo decir que tuve un guía bastante bueno, debido a que el cabro (Jano) es artista callejero, graffitero para ser más específica, y aproveché de detenerme y adentrarme en cada estilo único de los artistas que rayan esas calles. Cada uno tenía un sello bastante peculiar. Ahí me hallaba, paseando por la Rambla, y el barrio Raval, barrio bohemio donde espero estudiar algún día. Me detuve en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo) para observar a los skaters que se reúnen ahí todos los días. Siendo lunes, se sentía como viernes. En Barcelona la gente no para. Hay arte en todas partes, desde Botero hasta Van Gogh en cada una de las calles. Todo era digno de detenerse a mirar. Paseamos un buen rato y nos despedimos, debido a que había quedado de juntarme de nuevo en el departamento con Felix, para poder compartir un rato con mi anfitrión.
Volví al piso con mi otro amigo entonces, para reunirnos en un estudio de música electrónica (donde Felix trabajaba) con un italiano, Vassilly, que nos pasó a buscar. Vassilly, apenas se presentó, comentó que tenía cinco bolsitas llenas de distintos tipos de marihuana, para que probáramos y compartiéramos nuestras apreciaciones sobre la música. Vassilly era todo un personaje: bastante loco, extrovertido y parecía estar preso de un estado de euforia constante. También era bastante narcisista, pero lograba caer bien, era capaz de hacer reír a cualquiera.
Llegamos al estudio, donde sonaba fuerte una especie de techno progresivo que era un deleite para mis oídos. Fumamos, comentando las cepas, y compartimos mientras Fedele, el dj que mi amigo estaba asesorando, creaba su música. Escuchamos y opinamos sobre la edición de las canciones durante horas. Nuevamente, el arte estaba rondando mi viaje, y estaba en las mejores condiciones para apreciarlo. Cada sonido que escuchaba era motivo de análisis, cada retumbe de la caja me rebotaba en la cabeza, cada sensación que impartía la canción me daba ganas de bailar, mi cerebro se mantenía activo encerrada en el estudio, volada y presente. Compartimos un par de horas, y cuando ya no daba más de cansancio (había viajado ese mismo día), volvimos a la casa a dormir, obviamente dormí plácidamente y sin interrupciones por todo lo que fumé.